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Comunismo chino pretende acabar el mundo

Escribe: Emmanuel Rondón.- 

China lidera la producción de desechos plásticos, con 8,8 millones de toneladas métricas. Por detrás de China se sitúan Indonesia (3,2 millones de toneladas métricas), Filipinas (1,9 millones), Vietnam (1,8), Sri Lanka (1,6), Egipto (1), Tailandia (1), Malasia (0,9), Nigeria (0,9), Bangladés (0,8), Brasil (0,5) y Estados Unidos (0,3).

Desde hace varios años, el Partido Comunista Chino convirtió a su país en un peligro global por sus constantes daños ambientales.

El mundo, a nivel general, debe entender algo: los problemas ambientales –sus causas y consecuencias– son peligros que deben combatirse. Sí, es cierto, es un tema que se ha politizado mucho, pero eso debe terminarse, por el bien de todos. Para ello, lo primero que se debe hacer es redefinir estrategias y empezar a lograr consensos que pongan en cintura a las principales amenazas ambientales. ¿Y quién es una de estas peligrosas amenazas? El régimen comunista de China.

El pasado 22 de septiembre varios medios de comunicación se hicieron eco de las promesas de Xi Jinping en la ONU sobre la reducción de la emisión del carbono y lograr la neutralidad de la emisión para el año 2060. Por ejemplo, El País mencionó: “Xi Jinping asegura que la potencia asiática, primer emisor de gases invernadero del mundo, llevará a cabo una revolución verde”.

Pero la realidad es que China, así como es el principal emisor del 25% de las emisiones globales de efecto invernadero y el país que más carbono emite en el planeta, también es responsable de otros grandes inconvenientes ambientales, como la sobrepesca en diversas regiones del mundo o el plástico que llega a los océanos. Sus prácticas son un peligro global.

Datos claves para entender la contaminación de China y cómo afecta al mundo

Para poner en contexto sobre el peligro que representa la polución del aire en China, diversos datos estiman que más de un millón de personas mueren al año por la contaminación del aire en el país. Y esto no debe ser una sorpresa, pues ha sido recurrente ver como China ha lanzado alertas rojas en distintas ciudades por contaminación a lo largo de los años. Por ejemplo, en 2015 fueron 50, en 2016 40; en 2017 fueron 24; y esto ocurre cada cierto tiempo.

Lo que se hace para minimizar los inminentes impactos es parar las ciudades. Nadie sale, se detienen las producciones y también la circulación de vehículos. Similar a los confinamientos a causa de la Covid-19. De hecho, la cuarenta provocó, durante un par de meses, que el aire en China mejore, pero después que se reactivó la industria y el país, llegó un efecto rebrote empeorando la polución y contaminación.

Cabe recordar: supuestamente, el régimen chino mantiene una férrea lucha por mejorar los impactos ambientales, muchos medios importantes lo han destacado, el año pasado cumplió seis años de su iniciada “guerra contra la contaminación”. Pero la realidad es que esto no ha funcionado y eso se debe a que la siguen propiciando. Los problemas del aire, acompañado de la contaminación acústica y otros graves inconvenientes como los altos índices de impurezas en las aguas contaminadas, provocan diferentes trastornos y daños a la salud de los ciudadanos chinos.

Algunas enfermedades que pueden generarse o empeorarse a raíz de estos males ecológicos son: enfermedades del sistema circulatorio, cáncer de pulmón, molestias en los ojos, depresión, problemas cardiovasculares y respiratorios, por el lado de la polución; por el lado de la contaminación sónica, se empeoran o provocan las enfermedades nerviosas y psicológicas, dolor de cabeza, insomnio, zumbidos, pitidos o ruidos en los oídos o ataques al corazón.

Un artículo de Twenergy, señala que, en el norte de China, “sus habitantes respiran una contaminación 20 veces mayor que lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera soportable”. Ahora, la polución del aire no es el único problema en China, el consumo de energía y la generación de carbono –y otros gases tóxicos como el óxido de azufre– es apenas uno de los tantos perjuicios al ambiente que provoca el régimen chino.

Por ejemplo, China es el país que más vierte plástico en los océanos en todo el mundo. Y por un margen amplísimo. Un artículo del diario español Crónica resalta que “China lidera la producción de desechos plásticos, con 8,8 millones de toneladas métricas, en datos de 2010”, según un estudio de la Universidad de Georgia Jenna Jambeck.

“Por detrás de China se sitúan Indonesia (3,2 millones de toneladas métricas), Filipinas (1,9 millones), Vietnam (1,8), Sri Lanka (1,6), Egipto (1), Tailandia (1), Malasia (0,9), Nigeria (0,9), Bangladés (0,8), Brasil (0,5) y Estados Unidos (0,3)”, señala la publicación.

Otro artículo de la Gran Época, resalta algo similar: “Con el 91 por ciento de las 8,8 millones de toneladas de plástico, el Yangtsé y otros cinco ríos chinos son los principales contaminadores de plástico que se agregan a los océanos cada año y que se originan en los ríos”. ¿Esto que nos dice? Pues que la contaminación generada en los ríos de China, generan problemas ambientales a nivel mundial.

¿Cuál es otro gran problema que auspicia China? La sobrepesca. Días atrás, EE. UU. denunció y alertó que 300 cargueros chinos estaban en costas peruanas dedicándose a la pesca ilegal y que estos podrían damnificar no solo al ambiente, sino también afectar la economía.

La sobrepesca es algo común para el Partido Comunista Chino (PCCh). En 2018, de hecho, esta práctica inescrupulosa y la contaminación dejaron casi sin peces al mar de Bohai. La sobrepesca perpetrada por empresas chinas también ha amenazado a las débiles economías africanas.

La sobrepesca trae consigo efectos devastadores por los ecosistemas, no es una práctica nueva, viene del siglo XX; pero uno de los principales responsables de esta actividad ilícita en la actualidad es China.

La hipocresía de los organismos y los medios

Entonces, si el país que más contamina en el mundo promete, para dentro de algunas décadas, mediante un plan que no tiene especificaciones o detalles, que reducirá su emisión de carbono, ¿se le va a creer?

Está claro que en los regímenes totalitarios la mentira es la norma. Hay que ponerlo en términos sencillos y claros. si Maduro mañana promete, ante 2 Comments y el mundo, que dejará de propiciar, colaborar y proteger la minería ilegal que está destruyendo a la Amazonía venezolana y que combatirá a quiénes causen daños ambientales en el Arco Minero del Orinoco; ¿le vamos a creer? La respuesta parece sencilla: no. Primero, así como Maduro depende económicamente –y también políticamente– de la minería ilegal en la zona de los Estados Bolívar, Amazona y Delta Amacuro; el régimen chino también necesita de la consumición de energía y del carbón para mantener al país funcionando. El enorme crecimiento y el desarrollo chino, durante años, ha sido a costa de varias cosas, y una de ellas es la contaminación y los severos daños ambientales para el ecosistema mundial. En ese sentido, los medios de comunicación y los organismos multilaterales han sido tremendamente complacientes. Pues dejaron que China comenzara a crecer a diestra y siniestra sin importar cómo, nadie lo detuvo porque a nadie le importó, esperaron a que ellos mismos “tomaran medidas” y ahora representan un peligro. Lo más preocupante es que cada anuncio del PCCh termina con grandes elogios, como si eso influyera en la lucha ambiental.

Estas son problemáticas que vienen desde hace mucho tiempo, pero muchos se hacen la vista gorda. Eso sí, cuando ocurrieron las catástrofes naturales incendiarias en Brasil y Australia la alarma generalizada fue descomunal. Son un poco de las incoherencias que se deben resaltar.

Qué se debe hacer

Si en realidad el mundo –organismos, países, instituciones, ONG– quieren combatir los daños al medio ambiente, el cambio climático, la contaminación, etc.; se debe empezar a trabajar en pro de ajustar la cintura de los gobiernos o regímenes que más afectan en esta materia y propiciar incentivos a las empresas privadas para generar soluciones. Y el compromiso debe ser fidedigno, no demagogia.

Hay países que avanzan, otros que no tanto. China ha dicho mucho, pero en la práctica poco consiguió mejorar y, de hecho, en muchas facetas viene empeorando.

Es cierto, China es el país más poblado del mundo, millones de chinos dependen de que la economía siga creciendo. Pero el problema no es ese, el gran inconveniente es que el Partido Comunista Chino está compitiendo –en un mercado libre– sin reglas de juego, con denuncias de esclavitud y explotación, y eso daña a todo el mundo. Por supuesto, Estados Unidos y varios países occidentales también contaminan y en cantidades preocupantes, pero la diferencia es que en esta parte del mundo sí existen instituciones que al menos visibilizan la problemática y se trabaja para mejorar esta situación. Los medios atizan a las empresas contaminantes o a los gobiernos que no prestan la atención suficiente, ¿pero y que pasó con el principal contaminante del mundo? ¿Por qué deberíamos ser complacientes, rozando la colaboración, con el principal peligro ambiental?

Naciones Unidas no ha llevado a cabo un solo plan sustentable, atractivo y eficaz que haga frente a los impases ambientales. Eso es gran medida por su hipocresía para denunciar y la politización del tema ambiental y ecológico.

Quizás, el primer mandatario que se ha atrevido a señalarlos con el dedo, fue Donald Trump, quien espetó ante la ONU –el organismo mundial que hoy China domina por su influencia– que las emisiones de carbono del gigante asiático eran casi el doble con respecto a EE. UU., y “quienes atacan el excepcional historial medioambiental de Estados Unidos mientras ignoran la polución rampante de China no están interesados en el medioambiente”. Con todos y los defectos que se le pueda dedicar a Trump en materia ambiental, dijo una verdad que pocos se atreven a decir.

* Emmanuel Rondón – Periodista en formación. Énfasis en el área política y deportiva. Miembro del staff del PanAm Post, columnista y redactor de artículos especiales deportivos en VAVEL España, radio y tv en Paraguay. Twitter: @rondon_emma26.

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