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¿De cuál justicia me hablas?

A mi WhatsApp me llegó éste mensaje que quiero compartir con ustedes. Se trata de una columna escrita por una médico de Medellín titulada: “Qué me vas a hablar de justicia”:

Que me vas a hablar de justicia a mí que estoy llegando a los 50 años y me ha tocado vivir casi todo en esta vida.

Que me vas a hablar de justicia, cuando me tocó vivir en Medellín de los 80s y de los 90s, en los que a mi generación nos tocó escondernos y padecer el narcotráfico en su más puro esplendor, a nosotros que crecimos con el miedo a los narcotraficantes, a la guerrilla, a las bandas, a los paramilitares, a los Samper, los Gaviria, los Roy, los Benedetti y todos esos políticos corruptos que nos quitaron la esperanza, el amor por el país y por la institucionalidad.

Que me vas a hablar de justicia cuando he dedicado mi vida a estudiar para transmitir conocimientos, a trabajar honradamente para hacer país, para buscar un mejor futuro para mi hija y para la sociedad, pero que ahora siento que todo ha sido en vano.

Que me vas a hablar de justicia cuando veo marchar unos estudiantes adoctrinados por Fecode, por Petro, por Fajardo, con su tibieza, todos ellos sin argumentos, llenos de anarquía, con ganas de nada, disfrazándose de víctimas, jugando a la rebeldía, irrespetando las normas civiles, la disciplina.

Que me vas a hablar de justicia cuando veo que los estudiantes no quieren aprovechar las ventajas comparativas que tienen hoy contra las que tuvimos nosotros, la tecnología, la ciencia, la facilidad para acceder al mundo.

Y no es que no esté de acuerdo con la rebeldía, claro que me encanta y así se lo inculco a mis alumnos, pero una cosa es rebeldía con causa y otra es rebeldía porque nada justifica la muerte de los líderes sociales y mucho menos de los estudiantes, nada justifica la inequidad, la corrupción, la imperfección en el modelo educativo o el de la salud, nada justifica que se mueran niños de hambre, nada justifica el mal trato a las mujeres, pero de ahí a qué queramos incendiar un país y no queramos aportar a la solución; eso es agravar los problemas mencionados.

Duele lo de Dylan, duele lo que le pase a cualquier rebelde, pero mi país también me duele, duele que por culpa de unos marchantes sin causas se mueran pacientes en las ambulancias porque la vía está bloqueada, que como contaba mi orgullo de médica, familiares de un ser humano agonizante no pudieran llegar a su lecho de muerte para darle el último abrazo, porque unos niños adoctrinados ni siquiera respetan lo que si se respeta hasta en las más terribles guerras como es el derecho internacional humanitario al ver un símbolo que representa la cruz roja o una misión médica.

Hoy no se respeta nada, hoy no hay respeto por los padres, menos por los hijos; hoy no hay respeto por los símbolos patrios; hoy no hay respeto por los maestros; hoy no hay respeto por la policía, ese cuerpo institucional que con errores y con muchos defectos ha estado presente en la historia de Colombia defendiéndonos de los malos.

Señores marchantes, el caos solo le sirve a unos pocos; el caos es para los que se quieren enriquecer a costa de muchos; el caos es el arma de la anarquía, del socialismo del siglo 21, de los Castro, de los Chávez, de los Maduro, en los países que gobiernan todos son pobres, todos sufren, menos los dueños del caos.

Que me vas a hablar de justicia, cuando ya sentimos tus marchas, tus cacerolazos, tus reclamos y que a pesar de haber sido escuchados, no te importa; son diálogos de sordos y ninguna propuesta gubernamental te va a servir porque lo que quieres es caos, porque no quieres futuro, porque luchas por la educación, pero no te quieres educar, solo vas a clase por una nota, pero no quieres ir a aprender; porque luchas por la salud y no cuidas tu cuerpo y mucho menos tus neuronas; porque quieres muchas cosas, pero al final no quieres nada.

Esta semana oí algo tan estúpido como que “hagamos marchas en el poblado para que sufran los ricos”. A ver, a ver pues jóvenes ingenuos, el día de la marcha los ricos se quedan en el club debatiendo con sus socios cómo es que van a retirar sus inversiones y como se las llevarán a otro país, mientras que en los buses y el metro que no puede salir del poblado hacia la periferia de la ciudad, están tratando de montarse tu mamá, tú papá, tus familiares que salen muertos de trabajar 8 horas y que necesitan llegar a tu casa a prepararte la comida o a darte un abrazo para tratar de ayudar en tu educación.

Señor o señora marchante, no te has puesto a pensar que 15 días de marchas o de divertidos cacerolazos, lo único que alimentan es la ilegalidad, el paga diario. No sabes que el taxista que está pagando unas cuotas al banco, si deja de trabajar unos días, dejará de pagarle al banco y se lo comerán los intereses y que esto es lo único que se comerá en esa casa, los intereses del banco y así le pasa al de la chaza, al del almacén, al del restaurante, al que trabaja honradamente para generar empleo u obtener el sustento para su familia, pero a vos qué te va a importar; es más importante la aleta del tiburón o que el mundo sepa que eres un rebelde y muy bravo.

Para terminar y si tu meta es acabar con el Esmad, ni lo sueñes, el Esmad solo es un nombre, solo es un uniforme en el que por dentro de esa armadura hay un ser humano con hijos, con esposas, con familia, con amigos y con una convicción tan grande de ayudar y de cuidar a todos los ciudadanos, hasta a vos mismo y que colombiano que se respete, debe salir a respaldar y a agradecer porque al final, con muchos errores y equivocaciones, siempre estarán ahí para hacernos sentir seguros.

Que me vas a hablar de justicia, si a Colombia se lo está llevando la anarquía.

Me mamé de las marchas; quiero futuro con autoridad y orden”.

Enviado por Jorge Nelson Torres Jaramillo

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