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La fuerza de las palabras

Escribe: Alberto Bejarano Ávila.-

Suele decirse que el Tolima está sobre diagnosticado, juicio discutible habida cuenta que, al contrario, desde hace muchos lustros sufrimos una honda crisis de pensamiento que jamás se quiso corregir.

Quizá “hurgue heridas” si digo que giramos en un círculo vicioso de análisis y propuesta casuística que empequeñece y envilece la política, minimiza el juicio económico y nos aleja cada vez más del riguroso análisis de causalidad y de planteamientos estratégicos correctos para corregir los arraigados problemas sociales. Dicho de otro modo: escuchamos la consabida narrativa de siempre, de cambios nada y el subdesarrollo galopando.

Rumiando la cuestión de la crisis de ideas en el Tolima concluyo en que ésta no obedece a falta de talento y creación intelectual “de alto vuelo” sino a dos fenómenos singulares: ideas no pertinentes y oídos sordos. No es irreverente ironía señalar que lo primero se explica en que nuestra erudita intelectualidad investiga y plantea propuestas a instancias nacionales y globales que obviamente no son oídas por la UNU, la OEA, la OMS, la OMC, Trump, Duque, etc. A ésta paradoja la llamaré ideas no pertinentes, pues si bien con su lúcido pensamiento la intelectualidad ayuda a hacer del tolimense un pueblo con cultura global, cuestión loable y necesaria, poco ayuda a transformar la realidad del Tolima, cuestión concreta y urgente.

De otra parte sabemos que entidades y personas analíticas plantean, casi que furtivamente, visiones, tesis y propuestas atinentes al desarrollo regional que se desmarcan de la narrativa caduca, pero la experiencia enseña que, siendo lo obvio, nunca son oídos por gobernadores, alcaldes, políticos y demás burócratas que sólo se oyen a sí mismos. A ésta paradoja la llamo de oídos sordos, pues quienes “botan corriente” sobre la nueva realidad olvidan que la tara politiquera, siempre censurada pero jamás combatida, que amamanta la dura realidad sólo desaparecerá cuando emerja una fuerza política alternativa, regionalista y democrática.

Los intelectuales de hoy no son oídos en el alto cotarro nacional y global (los de antaño por excepción) pero esa al fin y al cabo es zona de confort que provee justo reconocimiento al buen pensador y, sobre todo, lo libra del maleficio que cae sobre “los profetas en su tierra”. Los “bota corriente” tampoco son oídos en el Tolima porque aquel maleficio le quita fuerzas al pensamiento propio y porque la mezquindad es fóbica a toda idea disruptiva orientada a forjar cultura regionalista y sólo admite fábulas decadentes y centralistas. Se explica así por qué un continuo alud de ideas inteligentes y variopintas no origina desarrollo. ¿Qué hacer?

Doctos y “bota corriente” sabrán que la única posibilidad de que su palabra tenga fuerza de cambio está en su región (¿Dónde más?) y que la cultura global será útil si afirma el reto de progreso y modernidad regional y por ello, sin miedo al maleficio del profeta raizal, podrían aunar talentos para que un torrente de ideas destape oídos y produzca liderazgos capaces de cambiar la historia social, política y económica del Tolima.

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